miércoles, 30 de enero de 2013

6-7-8 y la doctrina de los actos propios

Uno de los primeros ciclos "de archivo" con eficacia para provocar la reflexión fue Las Patas de la Mentira, creación de Miguel Rodríguez Arias que primeramente se emitió como documental en 1990 y luego se relanzó para TV en 1996. Era una muy buena recopilación de fallidos de los dirigentes políticos al que más tarde le siguió Perdona Nuestros Pecados (1994) conducido Raúl Portal, que con tono humorístico hacía recordar a la sección Nada Se Pierde de la Revista Humor. Pero fue la aparición de Televisión Registrada (1999) con Fabián Gianola y Claudio Morgado, el que mejor atrapó al televidente por lograr calidad y entretenimiento, por la combinación de crítica y humor, por tener una línea editorial que explicitaba su posición ideológica. Hoy en día mantiene su vigencia, con otros conductores y con la misma eficacia para hacer reír y reflexionar.

6-7-8 recoge estos antecedentes televisivos y le agrega el mérito de poner en movimiento algo que en el Derecho se conoce como la "Doctrina de los Actos Propios" materializando su aplicación a los medios de comunicación (radiales, televisivos y escritos), y a los discursos y comportamientos políticos. Una afirmación de Hannah Arendt nos recuerda que: «Toda organización humana, sea social o política, se basa en definitiva en la capacidad del hombre para hacer promesas y cumplirlas. El único deber estrictamente moral del ciudadano es esta doble voluntad de dar y de mantener una fiable seguridad respecto de su futura conducta que constituye la condición prepolítica de todas las otras virtudes, específicamente políticas» (Hannah Arendt: Desobediencia Civil, en Crisis de la República, Taurus, Madrid, 1999, pág. 99).

En el campo jurídico, la Doctrina de los Actos Propios provee una regla cuya consecuencia es sancionar a un sujeto que realice un acto o conducta contraria a otro acto o conducta anterior. Dicha regla no funda la sanción impuesta en la ilicitud de la conducta contradictoria, sino en que resulta inadmisible proteger un comportamiento incoherente que puede traer aparejada la violación de la confianza que ha podido despertarse en un tercero en virtud de un primer acto o conducta también llamado vinculante (Alejandro Borda: La Teoría de los Actos Propios, pág. 133). Además, esta regla tiene orígenes tan antiguos que se remonta al Derecho Romano y por eso es conocida bajo el principio (o apotegma) «venire contra factum propium non potest» (no se puede ir contra los actos propios).

En el marco de la democracia representativa ―tomando la idea de Hannah Arendt― la confianza entre representantes y representados se mantiene, se debilita o se rompe, a partir de la coherencia entre las promesas formuladas y cumplidas; por eso la importante función que cumple lo comunicacional, los discursos y las conductas. Michel Foucault agregaría que es importante "lo que se dice" pero que también es importante ―quizás mucho más― "lo que no se dice" (lo que se oculta e invisibiliza).

El llamado Periodismo Independiente ha sido identificado con ese adjetivo porque tradicionalmente se ha dedicado a realizar la crítica de los actos de los gobernantes; por poner al descubierto la actividad oculta de los órganos del Estado. Formar parte del Periodismo Independiente implicaba mantener distancia del Gobierno de turno mediante el ejercicio de la crítica permanente; a su lado ―correlativamente― la pertenencia al sector privado de los medios de comunicación era la muestra más acabada de la independencia periodística; allí residía su credibilidad.

6-7-8 se ha encargado ―con mucha eficacia― de mostrar los comportamientos contradictorios e incompatibles de una parte importante de ese Periodismo Independiente y de sus soportes estructurales (las empresas de medios de comunicación), rompiendo así el mito de su credibilidad. También ha puesto al descubierto las relaciones entre los silencios y omisiones (invisibilizaciones) que se suceden respecto de intereses sectoriales y dirigencia opositora. 6-7-8 ha llevado al campo de la comunicación social ―y nada menos que en la Televisión Pública― una regla de derecho antiquísima agregándole un aspecto novedoso cual es advertirle al televidente, de modo notorio e indudable, que su línea editorial y la presentación de la realidad (los informes) no se hace desde la neutralidad o desde la objetividad, ni desde un lugar académico, sino a partir de ubicarse en una postura de adhesión al oficialismo gobernante.

La eficacia de 6-7-8 no sería tal sino fuera por nuestra idiosincracia y nuestro contexto; nuestra realidad política, social, cultural. Tiempo atrás, el Blog de Manolo (Deshonestidad Intelectual) publicó este excelente post comentando la encuesta regional realizada por las universidades Torcuato Di Tella y Vanderbilt donde una de sus conclusiones era que
« La Argentina es el país más contencioso del continente, según surge de un trabajo académico realizado en 24 países de América latina y el Caribe, además de Estados Unidos y Canadá ».

La irrupción y eficacia de 6-7-8, entonces, tiene el mérito de respetar los datos de la realidad y ubicarse en una vereda bien definida, oficialista, como contendiente en el contexto contencioso que caracteriza nuestra sociedad, sin perder de vista los antecedentes históricos inmediatos y la memoria colectiva más o menos cercana (Dictadura, violación de derechos humanos, Guerra de Malvinas, Democracia, hiperinflación, convertibilidad, corrupción, desocupación, crisis, pesificación, etc.).

La Doctrina de los Actos Propios que tradicionalmente era aplicada al oficialismo gobernante, es usada ―ahora― por 6-7-8 en calidad de antagonista del Periodismo Independiente, mostrando comportamientos anteriores y actuales, poniendo en crisis su independencia y credibilidad, poniendo en crisis el discurso de la dirigencia opositora, de periodistas, pensadores, intelectuales, juristas. Y como los Actos Propios no están constituidos solamente por "lo que se dice" y "lo que se hace", sino también por "lo que se omite", "lo que se calla" y "lo que se deja de hacer", ocurre también que 6-7-8 se transparenta a sí mismo, ubica su línea editorial en el oficialismo, se sabe ―porque está implícito― que propone un recorte de la realidad (su verdad relativa diría Néstor) y ahí, con las cartas sobre la mesa, le deja al televidente la opción de elegir entre "su" recorte transparentado o el recorte del Periodismo Independiente contradicho por sus propios actos y sus propios silencios.

En la blogósfera ha comenzado a debatirse si 6-7-8 está agotado, debate motorizado desde distintos ángulos por Oscar Cuervo (La Otra) Gerardo Fernández (Tirando al Medio) y en algunos tweets de Eva Row (La Cosa y la Causa) .

Mi impresión es que 6-7-8 no está agotado y que será fundamental tenerlo en pantalla en un año electoral. Un año electoral donde están bajando las antenas de la TDA en Córdoba, donde los artistas son instigados a criticar a la Presidenta, donde el macrismo reprime, donde el Peronismo bonaerense anuncia que enfrentará al Kirchnerismo en las PASO, donde ya se intuye que la Cámara Clarín y Comercial fallará en contra del gobierno, donde la Corte Suprema volverá a meter alguna que otra chicana con la Ley deSCA. Un año electoral donde seguirán las ficciones de derecha de Adrián Suar y donde Tinelli meterá la comicidad política, donde Lanata y todos los medios seguirán haciendo sus operaciones de prensa. Un año electoral donde… en definitiva van a recrudecer hasta el hartazgo el asedio sobre el Gobierno. Nuestro Gobierno.

Mi impresión es que nadie, absolutamente nadie del espectro de la oposición concurriría a un debate en la Televisión Pública. Ni en 6-7-8 ni en ningún otro programa creado o a crearse. Quizás logren la presencia de algunas personalidades sueltas e inorgánicas, pero que no serían representativas de un espacio político dado (Peronismo Federal, UCR, FAP, Libres del Sur, Proyecto Sur, o lo que sea). La razón es sencilla: nadie quiere que le muestren sus contradicciones, nadie quiere explicitar su plan de gobierno, nadie quiere discutir sus motivos y razones sobre tal o cual postura política. Nadie quiere pronunciarse. Porque todos tienen algo que ocultar y se aferran al axioma de Carlos Menem: "Si hubiese dicho lo que iba a hacer, nadie me votaba".

Además, nadie quiere pagar el costo político de ir a la Televisión Pública y que luego lo tilden de ser funcional al Oficialismo como ocurre con las acusaciones a Leopoldo Moreau. La única manera de hacer un programa en la Televisión Pública donde los opositores estuviesen cómodos es haciendo un programa indulgente con ellos mismos. Imaginemos un programa que se llame "El Político y sus políticas", invitás a un referente determinado, y le decís: "vos ponés el conductor, y te traes tus militantes para que ocupen la tribuna, y que te hagan el reportaje y debatís y respondés a las preguntas de tu propia tribuna, todo lo indulgente que quieras, vos te asegurás que no será un lugar de hostilidad". Sería la única manera en que aceptarían. A la semana siguiente hacés lo mismo con otro. Un Pino Solanas. A la siguiente con otra, una Victoria Donda. A la siguiente con López Murphy. Y así, vas rotando todas las semanas. Sería la única forma… y sería un fracaso televisivo.
O no. No sé.

Para eso,… para eso que esperen los espacios de publicidad que por Ley les corresponde en el año electoral.

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